Endless love

Doy tres pasitos. Un, dos, tres. Quizás mañana sea capaz de dar cuatro. Me miro en el espejo y juego con mi pelo. Sonrió. Solo porque me acuerdo de tu sonrisa y tu forma de mirarme. Me paro a pensar y dejo de sonreír. Me pregunto cuanto me va a costar olvidarte, cuantos esfuerzos van a ser en vano porque me acuerde cada segundo de tu puta sonrisa. Sí. Lo sé. Perfectamente además. Todas estas preguntas pertenecen al futuro o puede que ni si quiera llegue a tener que preguntarmelas más. Me entristezco y me apuro. Pienso en las miles de discusiones y problemas que hemos tenido y sin quererlo derramo una lágrima. Luego otra y otra, hasta que hacen estragos en mi maquillaje. Suena mi móvil. Miro la pantalla con los ojos llenos de lágrimas. Con dificultad consigo leer tu nombre. Quiero cogerlo, pero algo me lo impide. Finalmente lo cojo. Apenas tengo voz, ni ganas de hablar, pero tu con una rapidez casi sobrehumana descubres lo que me pasa. Me prometes que vas a estar siempre a mi lado. Pero todo esto no me sirve de nada. Sigo nublada, paralizada e incluso aturdida. Cuelgo. No quiero hablar más. Miro por la ventana. Te veo, debajo de mi casa. Tu cara de preocupación te delata y más si no has tardado ni cinco minutos en llegar desde tu llamada. Subes. agilmente, sin pararte. Tocas el timbre y te abro la puerta echa un desastre. Me abrazas. El abrazo más largo y más placentero de este mundo. Me susurras un te quiero al oído. Me despego de ti y veo tu media sonrisa. Todavía ni se como eres capaz de conseguir enamorarme aún más tan solo con ocho letras y esa media sonrisa. Me empujas al sofá. Me acaricias y me plantas un beso de los tuyos. Noto como el pulso se te acelera, te acercas más y más, hasta que soy capaz de verme reflejada en tus ojos marrones. Sin quererlo, una cosa lleva a la otra y así aparecen nuevas experiencias, nuevos sentimientos y nuevas formas de demostrar. Después me abrazas, me besas en el cuello y me susurras al oído. Eres mía, te quiero.