miércoles, 23 de noviembre de 2011

Que hoy te quiero más que nunca

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras y todo el remolino que forma en cada paso y gesto que da. Pero además le he visto serio, ser él mismo, y en serio que eso no se puede escribir en un poema. Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que él aparezca de golpe y de frente para decirte, venga, te escucho y me lo cuentas. No sabes lo que es despertarte y que él se retuerza y bostece, luego te abrace y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo. Así que supondrás que yo soy la primera que entiende, el que pierdas la cabeza por sus labios y el sentido por sus palabras, y los huevos por un mínimo roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando su cuerpo pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarte, son algo con lo que ya cuento. Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que yo también le veo. Que cuando él cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio inferior. Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido y en formato secreto. Y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada, porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo). Que te entiendo. Que yo escribo sobre lo mismo. Sobre el mismo. Que razones tenemos todos.
Pero yo, muchas más que vosotros.

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